Cátedra Literatura Española II, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires

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lunes, 27 de septiembre de 2010

Apostillas al tp sobre la melancolía

Al momento de publicarse el Quijote tenía vigencia la idea, proveniente de la Antigüedad clásica, de que la salud del cuerpo y el alma estaba regida por el equilibrio de los 4 humores corporales: 
  • melancolía o bilis negra (atrabilis)
  • flema
  • cólera o bilis amarilla 
  • sangre

En virtud de las correspondencias entre el macrocosmos y el microcosmos -el “pequeño mundo del hombre”- que gobernaban el pensamiento de la época, se creía que estos humores estaban en correspondencia con los elementos cósmicos y las divisiones del tiempo, que controlaban toda la existencia y la conducta de la humanidad, y que, según cómo se combinaban, determinaban el carácter del individuo.

 Aquí pueden ver el cuadro que sintetiza estas correspondencias:



El temperamento melancólico, característico del personaje de don Quijote, poseía signo ambivalente, pues si bien se consideraba propio de individuos con una gran fuerza visionaria –de acuerdo a la doctrina aristotélica recuperada en el Renacimiento del siglo XV - en casos extremos podía llevar a la locura.

Aquí abajo pueden ver una ilustración que representa los 4 temperamentos: el sanguíneo, el colérico, el flemático y el melancólico.





La mejor representación del nuevo aspecto del melancólico como visionario, como profundo pensador y creador, es seguramente la que da el grabado de Durero,  Melancolía I, donde se observa al ángel de la Melancolía en un ademán que luego se repetirá incesantemente para figurar al pensador melancólico, al hombre de letras que está inventando: el codo apoyado en la rodilla y la mano en la mejilla, con la mirada perdida en una profunda meditación.

Aquí pueden ver la imagen:






Esta imagen del melancólico tiene profundas resonancias en la figuración del autor que aparece en el prólogo al Quijote de 1605, y también en la propia descripción del personaje que se da al comienzo del libro. 

Es interesante notar además la presencia del perro en el grabado de Durero, en relación con la mención del “galgo corredor” que poseía Alonso Quijano. Como bien señala Redondo (en “La melancolía y el Quijote de 1605", texto que tienen en la bibliografía) el perro es el compañero del melancólico porque puede ser víctima de la locura, como los profundos pensadores.