Pasaje a analizar
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, I: 43
—¡Oh mi señora Dulcinea del Toboso, estremo de toda hermosura, fin y remate de la discreción, archivo del mejor donaire, depósito de la honestidad, y, ultimadamente, idea de todo lo provechoso, honesto y deleitable que hay en el mundo! Y ¿qué fará agora la tu merced? ¿Si tendrás por ventura las mientes en tu cautivo caballero, que a tantos peligros, por sólo servirte, de su voluntad ha querido ponerse? Dame tú nuevas della, ¡oh luminaria de las tres caras![1] Quizá con envidia de la suya la estás ahora mirando; que, o paseándose por alguna galería de sus suntuosos palacios, o ya puesta de pechos sobre algún balcón, está considerando cómo, salva su honestidad y grandeza, ha de amansar la tormenta que por ella este mi cuitado corazón padece, qué gloria ha de dar a mis penas, qué sosiego a mi cuidado y, finalmente, qué vida a mi muerte y qué premio a mis servicios. Y tú, sol, que ya debes de estar apriesa ensillando tus caballos, por madrugar y salir a ver a mi señora, así como la veas, suplícote que de mi parte la saludes; pero guárdate que al verla y saludarla no le des paz en el rostro, que tendré más celos de ti que tú los tuviste de aquella ligera ingrata que tanto te hizo sudar y correr por los llanos de Tesalia, o por las riberas de Peneo,[2] que no me acuerdo bien por dónde corriste entonces celoso y enamorado.
Notas Sevilla Arroyo y Rey Hazas
[1] La luna: llena, creciente y menguante o, más eruditamente, con tres nombres; Febe, Diana y Hécate y tres formas: redonda, semicircular o puntiaguda, según Virgilio y Horacio.
[2] Se refiere, jocosamente, a la fábula mitológica de Apolo y Dafne, la cual huyó de Apolo (el sol, por eso dijo antes ensillando tus caballos) por los llanos de Tesalia, regada por el río Peneo, padre de la doncella, a la que convirtió en laurel. El pasaje cervantino se refleja bien en los siguientes versos: “Oh, hija (dice Febo) de Peneo / espera, te suplico, Ninfa espera / no soy yo tu enemigo ni deseo / enojarte, aunque me eres cruda fiera / cual cierva del leopardo y al deseo / del fiero lobo huye la cordera / y la paloma al águila desa arte / procuras de mis manos escaparte (Metamorfosis I, 807-814). Ya en G. se leía: si la hija del húmido Peneo / de quien ha sido Ovidio coronista / en campos de Tesalia le hallara / en él y no en laurel se transformara (G, VI: 379, nº 186)
[1] ‘la luna’. 506. 34—BW, PE, CL, RM. Horacio, Odas, III, XXII, 4: “Diva triformis”; cf. Ovidio, Metamorfosis, VII, 95-96. Virgilio, Eneida, IV, 511: “Tergeminamque Hecaten, tria virginis ora Dianae”. Las tres caras de la diosa virgen pueden referirse tanto a las tres fases visibles de la luna, como a los tres nombres (Cynthia o Febea, Diana y Hecate) que se le dan en la poesía clásica, respondiendo a su presencia en el cielo, en la tierra y bajo tierra, respectivamente. Sánchez de Viana, Anotaciones, ff. 144v-145: “Apolodoro dice que la misma es Hecates que Proserpina y Luna... y porque se celebraba en las encrucijadas fue también llamada Trivia, o como dice Vergilio, por ser tres Hecates, Proserpina y Luna. Otro porque la luna se ve con tres caras, creciente, llena y menguante”.
[2] ligera ingrata alude al mito de Dafne, huyendo rápida de Apolo; el río Peneo, padre de Dafne, corre por Tesalia.
Notas de Riquer
[1] La luna, que puede ser llena, creciente y menguante (diva triformis de Horacio).
[2] Dafne, según la mitología, huyó de Apolo por Tesalia
Notas Lerner (1969)
[1] La luna que tiene tres fases (llena, creciente y menguante).
[2] Alusión a la fábula mitológica de Dafne que, perseguida por Apolo es transformada en laurel, lográndose así el triunfo de su virginidad. Ovidio la ha contado en las Metamorfosis (Libro I, 10) y fue una de las fábulas clásicas preferidas por el Renacimiento.
Notas Murillo
[1] Alusión a la luna, llamada por Horacio “diosa triforme” (diva triformis), con tres nombres, Febe, Diana y Hecate y tres formas, redonda, semicircular y puntiaguda, cf. Virgilio, Eneida, IV, vs. 511
[2] Alusión cómica a la fábula de Dafne. Huyó de Apolo (el sol) por los llanos de Tesalia, regada por el río Peneo, padre de la ninfa, quien la convirtió a ruego suyo en laurel, Ovidio, Meta., I, vss. 452 y ss; V Schevill, 374.
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Mitógrafos de la época
Jorge de Bustamante: Las transformaciones de Ovidio en lengua española. Repartidas en quinze libros con las alegorías al fin de ellos y sus figuras para provecho de los artífices (Amberes, 1595)
Dafne y Apolo
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Juan Pérez de Moya, Philosophia secreta de la gentilidad (Madrid, 1585).
(Se reproduce la edición de Carlos Clavería para Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 1995)